lunes, 12 de abril de 2010

Campo minado en Valentines

La explotación minera en el eje de Cerro Chato y Valentines es un cruce de caminos en más de un sentido. Por la triple frontera departamental y por el enfrentamiento entre izquierda y derecha, entre producción nacional y el gran capital extranjero, entre el progreso global y el conservadurismo localista.

POR ANTONIO ÁLVAREZ

Hace unos tres años algo desmoronó la porfiada rutina de Valentines.

Sus habitantes comenzaron a ver “extranjeros” en el pueblo. .

Algunos golpeaban las palmas y pedían permiso para caminar por los campos.

Otros eran como fantasmas amables.

Se los escuchaba ronronear el portugués y otros idiomas.

Nadie sintió miedo. Todos sabían por qué estaban de visita.

La mayoría de los lugareños se criaron con la leyenda de los yacimientos de hierro.

En Valentines es cultura popular que si dejan las ovejas a monte en un día de tormenta al otro día recogen lana chamuscada.

La piedra magnética conduce de tal manera la electricidad que los geólogos bautizaron el óxido de hierro como “valentisenita” en honor al pueblo.

Desde hace más de medio siglo, los habitantes acostumbraron a la omnipresencia del metal bajo los talones.

Primero fueron investigadores del Estado uruguayo en la década de 1950.

Luego llegaron geólogos alemanes en 1976. En ambos casos el dictamen fue concluyente: el negocio era insustentable.

Las dos historias frustradas de explotación de hierro habían terminado por ser casi un irónico pacto de silencio en el pueblo.

Por eso, cuando un tiempo después volvieron a ver a los “gringos” armando unos galpones nadie dio importancia al asunto.

El productor rural Servando Larrosa es uno de los primeros que vio a la nueva generación de geólogos en la zona.

Fue además uno de los últimos en creer que esto venía en serio. Jamás en su vida había oído hablar de Zamin Ferrous, el gigante corporativo indio que pisó fuerte y espera encontrar en la zona entre 500 millones y 1.200 de toneladas de hierro en el subsuelo.

Hasta ahora las investigaciones relevaron el 40% del territorio y se ha demostrado la existencia de 250 millones de toneladas. Según los geólogos todavía falta lo mejor.

Larrosa está preocupado. Gran parte de sus 800 hectáreas –casi todas dedicadas al ganado- están denunciadas como predio minero. De hecho, tuvo que llevarse los novillos del Cerro Mulero para evitar los efectos que, según él, sufren los animales a consecuencia de las prospecciones. Como los trabajos se desarrollan en turnos de 24 horas por las noches la iluminación del terreno es similar al de un set de cine.

En Valentines hablan sin tapujos de estrés de las vacas, pero se enojan (mucho) cuando en estos días de fama los califican como habitantes de un pueblo fantasma.

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Ellos exhiben con orgullo que sus casas están sin llaves las 24 horas y que pueden dejar sus vehículos en marcha sin que nadie piense siquiera en robarlos.

Pero el amor incondicional tiene siempre sus contrapartes.

La vida social no es el fuerte de sus 300 habitantes, casi todos descendientes de familias que están afincadas aquí desde principios del siglo XX.

El Club Social Valentines pelea con modestia en la Liga de Fútbol de Cerro Chato.

Si uno pone “Valentines and Uruguay” en buscadores de internet apenas aparece la “Estancia Los Plátanos” dedicada al turismo ecológico y unos pocos planos aéreos en Google Maps, probable fruto de las actuales investigaciones aeromagnéticas.

En Valentines no hay días de San Valentín. Apenas hay dos eventos sociales a los que no falta nadie: el clásico raíd hípico y un evento anual de beneficencia

Arjona moriría de hambre en Estación Valentines. La vida cruza mansa por la antigua ruta 7, el mojón que divide el pueblo en dos jurisdicciones distintas.

La propia naturaleza fronteriza de Valentines constituye un desafío a la lógica.

Hay algo gracioso en su siamesa esquizofrenia. Si uno entra al pueblo por la acera izquierda estás en Treinta y Tres, pero si cruzás el cantero central estás en Florida.

El almacén que está del lado floridense se rige por las normas bromatológicas de Florida

El colega de enfrente tributa en Treinta y Tres, y por tanto se rinde al yugo olimareño.

Treinta y Tres tiene alumbrado público y Florida no. El alumbrado del pueblo lo paga la mitad olimareña que paga impuestos.

La parte floridense de la avenida tiene lomos de burro y normas de tránsito diferentes a la calle que se rige por las normas de tránsito de Treinta y Tres.

Lo único que comparten –un logro de años- es el servicio de recolección de basura, como para confirmar que el resto es un juego de roles solo para divertirse.

900 PRODUCTORES


Instalarse en Valentines fue una decisión logística para Zamin Ferrous y también una forma de mantener el bajo perfil para poder trabajar a contrarreloj.

La empresa tiene varias estaciones de prospección en la zona, algunas a 10 kilómetros del pueblo y otras a más de 40 kilómetros.

El área afectada por los estudios mineros trasciende ampliamente a la localidad. Son más de 110 hectáreas en las que se realizarán prospecciones.

Durante la etapa de mapeo se usaron varias técnicas, entre ellas los vuelos para detección electromagnética. La compañía demarcó unos 21 cuerpos mineralizados. Según estimaciones técnicas hay unos 10 que seguramente valdrá la pena explotar.

De todos ellos, el más grande en superficie tiene 250 hectáreas.

Fuentes de la empresa dijeron que habrá unos 900 productores afectados, cuyos terrenos han sido denunciados para explotación minera.

Actualmente la empresa paga unos 45 dólares –promedio, según cotización de la tierra- por hectárea ocupada en prospección.

Los propietarios pueden vender o pueden asociarse con la empresa En caso de asociarse al proyecto, el superficiario recibe un canon de 5% sobre la producción en los primeros cinco años, de los cuales 2% son para el Estado. Después del quinto año, el canon asciende a 8%, del cual un 3% va al tesoro nacional.

Pero como dijo el presidente José Mujica el proyecto está verde. Hasta ahora 30 propietarios son los que tienen terrenos intervenidos en forma directa por los equipos de geólogos. De ese total de superficiarios, Zamin Ferrous cerró acuerdo con 20.

El country manager de la empresa, Fernando Puntigliano, cree que esta proporción es sintomática del clima de confianza que se vive en la zona.

Sin embargo, desde hace varias semanas un grupo de productores se sentó en la mesa de apuestas decidido a cambiar las reglas de juego.

Mientras en Valentines las quejas son tenues, en Cerro Chato se organizan para formar un movimiento civil contra la minería a cielo abierto.

Las reuniones de los propietarios trajo apoyos políticos. Así aparecieron por la zona los ex presidenciables Pedro Bordaberry y Luis Alberto Lacalle, y el presidente de la Federación Rural, Octacilio Echenagusía, entre otros.

En principio parecían ser protestas por torpes movimientos de tierra o supuestos atropellos por parte de la empresa a causa de los vacíos legales de la ley minera, conjunto de normas que ambas partes quieren cambiar en el Parlamento.

En los últimos días, el debate cambió de eje y se encamina hacia cuestiones económicas, según dice Julio Gómez, uno de los voceros del grupo de productores.

Como escribano, Gómez cree que la empresa no es transparente. Según él, usa cuatro sociedades anónimas para perpetuarse en los terrenos prospectados. La ley de minería de 1982 permite a la empresa estar dos años en el terreno con opción a uno más.

Fuentes técnicas consultadas dijeron que la norma está pensada para la explotación de oro, pero no para minas de hierro o carbón, actividades en las cuales se necesita un trabajo más intensivo de prospección que podría ir más allá de los seis años.

Para el productor, sin embargo, esta afirmación pretende validar lo ilegal: “Al final Bordaberry parece tener razón cuando dice que esto parece una corruptela procesal”.



TERRENOS A VALOR DE HIERRO


Gómez dice representar a más de 300 productores de la zona. Hace 27 años, el escribano se instaló en Cerro Chato a ejercer su profesión. También es productor ganadero y en 2006 adquirió unas 142 hectáreas en la zona denominada “Grupo Uría”.

La operación lo llevó a enterarse sobre la existencia de Zamin Ferrous en forma casual.

Un día de 2007 se le apareció en casa una ejecutiva de la firma india. La mujer, una chilena, le hizo una oferta por los terrenos.

“Primero le dije que no de puro desconfiado. Después de mi di cuenta que tenía razón cuando estudié el tema”, cuenta.

Según informes de los años 70 a los que accedió Gómez, este conjunto de tres cerros es considerado uno de los yacimientos de hierro de mayor porte. Se cree que hay 50 millones de toneladas de hierro bajo “El Apretado”, “Isabel” y “Aurora”.

El escribano había adquirido el campo para hacerse una casa. Ahora para dejar su propiedad, quiere que le paguen bastante más de los 2.500 dólares por hectárea, la cotización para campos de uso ganadero en la región noreste.

“Vamos a plantear que los datos de las prospecciones sean incluidas en la tasación de las tierras. Estas empresas necesitan el permiso social para funcionar y no se lo daremos hasta que creen un clima de transparencia”, dice Gómez.

“Y lo vamos a hacer con apoyo de la gente. Los ciudadanos tienen que saber que cuando estas empresas se equivocan generan un gran pasivo social. Y el pasivo social genera pasivo tributario, es decir lo terminamos pagando todos por la vía de los impuestos”, agrega.

Según él, “Botnia es un caramelo” frente a los supuestos peligros que proponen minas a cielo abierto y sus pozos de dos kilómetros de ancho por 250 metros de profundidad.

Para Gómez hay situaciones que no dejan de ser tragicómicas. Dice que el cementerio de Cerro Chato está denunciado como campo minero. Obreros de una empresa argentina que trabajaba para Zamin rompieron un mojón de piedra del histórico tratado de 1770 para hacer un asado. La denuncia salió en la prensa local y ya es parte del folclore.

La alta politización es bastante evidente cuando uno conversa con cualquier vecino de la zona. Todos tienen un pariente o amigo entre el centenar de empleados de Zamin. En el staff hay parientes muy cercanos de los productores rurales en rebeldía.

La fractura social en estos casos no sólo atraviesa las familias. Según el escribano Gómez, Cerro Chato vive la paradoja de un gobierno de izquierda que promociona el gran capital extranjero en desmedro de los productores nacionales.

Gómez cree que la estrategia de las banderas cambiadas es una batalla a dar en la opinión pública. “Resulta que los productores rurales somos los malos de la película. ¿Y nuestros gobernantes qué? Me parece que se olvidaron de malinche”, dice con ironía

En su calidad de historiador aficionado dice que no hay que subestimar la cultura cívica de Cerro Chato. “Su historia está llena de epopeyas como la construcción del liceo con plata juntada por la comunidad”

Otro hito local fue el voto femenino. En 1927 votó la primera mujer en un acto electoral uruguayo. La anécdota tiene el condimento de que fue una afrodescendiente y como curiosidad adicional que la mujer había nacido en Brasil.

Al igual que su hermana menor, Valentines, Cerro Chato es una ciudad fronteriza. El monolito que recuerda a la primera mujer sufragante está en la frontera entre Treinta y Tres y Durazno.

La plaza 3 de julio –situada frente al liceo departamental- también la homenajea. En el centro de esa plaza un triángulo metálico sobre base de granito recuerda en sus tres caras el triple límite departamental de la ciudad: Treinta y Tres, Florida y Durazno.

Allí también se confunden las respectivas burocracias departamentales. Cada zona de la ciudad tiene su propios inspectores de tránsito (¡imaginen una guerra de patentes!), sus propios recolectores de residuos, sus propios asistentes sociales, tres comisarías, tres juntas locales, etcétera.

Pero la cosa no termina ahí. OSE está geográficamente en Durazno…pero depende de Melo, Cerro Largo.

El secretario de la Junta de Treinta y Tres, Leandro Araujo, vive en Durazno y el secretario de Durazno Álvaro Álvarez vive del lado de Treinta y Tres.

Araujo se ríe cuando le preguntan sobre estos cruces de caminos en los que interviene la política, la burocracia y casi siempre la casualidad.

Él es de los lugareños que cree muy positivo el debate por el modelo minero.

De algún modo, la inversión sería de un impacto lo suficientemente importante como para sacar la región de sus alambicados límites departamentales.

En Cerro Chato y Valentines las controversias son cosa de todos los días, calan hondo, se respiran en ese aire metálico que esparce la magnetita por la frontera múltiple

EL CIELO FISURADO

El geólogo Iván Garat fue el primer uruguayo que contrató Zamin Ferrous.

Montó gran parte de las instalaciones en Valentines y fue quien puso a funcionar el metódico know how de las prospecciones.

El nombre Aratirí también tiene algo que ver con su propia experiencia personal.

Recorriendo los campos de la zona vio cómo los rayos caían sobre la roca.

Aratirí quiere decir “fisura del cielo”, la forma poética con que los guaraníes llamaban a los relámpagos.

El bautismo aborigen tuvo que ver con esas primeras confirmaciones de la existencia de los yacimientos de hierro.

Garat cuenta que esa constitución geológica a intervenir tiene 2.700 millones de años.

Cuando habla del proyecto se lo nota muy entusiasmado. Es el sueño del geólogo en un país que hasta hace poco tenía pocas excusas para hacer “alta geología”.

Dice que extraer hierro es un gran desafío. El 85% de los costos operativos de la empresa los ocupan los trabajos de extracción.

Pero también hay que ocuparse de hacer caminería, arreglar alambrados, hacer reservas de agua.

Estamos a diez kilómetros de Valentines. Los obreros trabajan en un cerro de unos 70 metros de altura. Si mañana decidieran explotar una mina ahí el movimiento de tierra mudaría literalmente el cerro a unos 300 metros de ahí, al otro lado de una pequeña cañada.

La perforación está a 200 metros de profundidad. A veces se hace a 100 o 150. El hierro está en todas las capas. Es el trabajo de varios días de excavación las 24 horas del día.

Cuanto antes se descubra hierro, mejor, por una cuestión de costos. Cuanto mas abajo está el material más cuesta subir las piedras, se necesita más combustible y eso hace más difícil la viabilidad de la explotación

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