miércoles, 21 de abril de 2010

HAYA santuario

El corte en la ruta 136 es algo más que un lugar de protesta. Es un santuario, un lugar de reunión, un club de campo. Su levantamiento es tan imposible como que se vaya la planta de celulosa.

Hoy es el día que tanto habían esperado. Amanece que no es poco en la ruta 136. Allí está el famoso corte de ruta de la Asamblea Ciudadana Ambiental de Gualeguaychú. Todavía no hay casi nadie despierto. Apenas algunos estudiantes del colegio ecologista José María Bértola se desesperezan fuera de las carpas.

Son como 50 floricientas y floricientos, todos con uniforme, todos con sus All Star bañados de barro auténtico del arroyo Verde. Hay muy buen humor después de una larga noche de guiso, caminata nocturna y cantarola.

El liceo Bértola se inauguró en 1991 en homenaje a un prohombre entrerriano. Tiene, como no puede ser de otra manera en Gualeguaychú, una impronta educativa ecologista.

Sus profesores Adriana y José son los encargados de la educación física y de las salidas en campamento. Hay bromas, empujones, abrazos cariñosos.

“Botnia ha sido una gran oportunidad educativa para nosotros”, dice José. “Nos ha permitido hacer una tarea educativa aplicada”.

Seguro que los chicos no olvidarán más esto. Son las 7 y 20 de la mañana y de pronto una sirena se escucha a 100 metros de la construcción de bloques que instaló el corte de ruta, el sueño de casa propia de los piqueteros de Gualeguaychú.

El ruidoso visitante se llama Miguel Pérez y es una de las máximas celebridades del corte de ruta. Cualquiera que haya visto imágenes de las protestas lo reconoce con un mate más grande que su cabeza y un gran corazón pintado en el pecho.

La sirena atropella las primeras horas de vigilia. “No a la papeleras. ¡Mierrrda!!!!”, grita

Miguel ante el aplauso de los pocos entrerrianos presentes.

Camina con dificultad. Dice que el dolor en la pierna lo ha hecho llorar más que Botnia. Después, saca a relucir su famoso mate palangana, que lo ha convertido en el rey del folclore local. “Aunque usted no lo pueda creer este mate es uruguayo, lo compré en Guaviyú”, explica.

Antes que la pierna lo dejara fuera de servicio Miguel era uno de los tantos que pasaba las noches invernales en la ruta 136. Ahora que el corte se mantiene ininterrumpido desde hace tres años y cinco meses aquellos comienzos le parecen una leyenda urbana.

-¿Qué aprendió en el corte?

-De todo. Pero aprendí mucho de yuyos, de marcela y de carqueja. Soy el consejero oficial y acá hay muchas señoras contentas gracias la carqueja.

-¿Por qué?

-¡Y porque es muy buena para el sexo!. De acá, del corte, se han llevado toneladas- dice y se ríe estruendosamente.

HE DICHO. Como casi todos aquí, Miguel lleva consigo varios carteles: “He dicho no a Botnia”, o el más recurrido por estas horas de tribunales “Haya justicia”.

La música comienza a aceptar que la mañana comenzó y que estamos en la recta final del fallo de la Corte Internacional de la Haya. “Agua limpia, río limpio, ¡no a las papeleras!

El periodista de Canal 13 de Buenos Aires, Julio Bazán, un especialista en denuncias e injusticias, duerme una siesta casi pránica esperando la llegada de los manifestantes.

El corte de ruta tiene 150 metros de extensión. Las dos locaciones más espaciosas son el salón de bloque y un ómnibus abandonado, que es dormitorio y cocina cuando los ánimos de los gualeguaychuenses están desbordados de tanta indignación.

Gerardo Medel es uno de los guardias fijos del piquete. Es alto, tiene unos 55 años mal llevados. Por encima de su atuendo lleva un arrugado robe de chambre azul metalizado que se descuelga de toda la normalidad circundante.

Medel fue veedor de pesca en Entre Ríos y si bien es mendocino de nacimiento vive en Pueblo Belgrano, a cuatro kilómetros de Gualeguaychú.

Para él, se tiene que terminar el conflicto con Botnia de una manera violenta. Y propone una solución: “un buen cuetazo”. “El gran capital internacional se va a ir cuando no tenga ganancias. Hay que atacarlos en la producción”.

Desde el camión de la FM entrerriana Máxima sale música circense que suena a primero a Kusturica y luego a hip hop. Trasmiten en vivo unas rubias hermosas, como salidas de una publicidad de champú.

NO MÁS PAÍS SERIO. A las 10.43 hay rostros felices cuando el traductor informa que Uruguay debió estar autorizado por Argentina para empezar la construcción de la planta y privilegió su normativa local y dejó de lado normas consuetudinarias.

José Pouler, uno de los pocos referentes que está allí, está en el mejor momento en cinco años de Botnia. Al fin una autoridad internacional admite algo que él venía diciendo desde mucho tiempo antes.

“Se acabó la historia de que Uruguay es un país serio”, dice. “Esto es un cambio de rumbo muy importante para el conflicto”.

Pero esta primera mitad feliz deja lugar a salomónicas expresiones sobre la continuidad de la planta. Hay abucheos. Una de las floricientas del colegio profana su credo ecologista: “uruguayos hijos de puta”, dice entre dientes.

Ya hay unas mil personas en el corte de ruta, decenas de camarógrafos, periodistas, fotógrafos, todos disputándose a los codazos el intenso folclore local.

Son las 12 y cuarto. Ya no importan los votos de los catorce jueces de La Haya.

La reina de Gualeguaychú Evangelina Carrozo está más vestida que nunca, pero acapara todas las miradas. A su explosiva belleza morena se le reclaman comentarios del juicio: “me duele, me duele mucho lo que está pasando”, le dice Evangelina a Crónica TV.

“Lalo” Moreira, uno de los ideólogos de Gualeguaychú, sabía de antemano que el fallo sería adverso: “¿Qué se puede esperar del Tribunal de La Haya, si es un representante del capitalismo internacional de siempre, ese que viene a joder a nuestros países? Nada, absolutamente nada”, dice con amargura.

Por detrás de las cámaras pasa María Rosa Rodríguez, ama de casa, 62 años. Ella se presenta así: “soy la viuda de Aicardi”.

UN SANTUARIO. María Rosa cree que no importaba el fallo. Nadie se irá de este pequeño pueblo o club de campo que se levantó en el kilómetro 28 de la ruta 136.

Rosa porta con ella un retrato del que no se deprende en ningún momento. Le pregunto quién es esa señora. “Se llamaba Nelly Pivas pero le decían la Pachamama. Fue una de las fundadores del movimiento social”.

Según su admiradora, Nelly era una mujer con poderes formidables, bendecida por Dios. Ella besó este suelo y marcó de algún modo el punto de protesta, hoy casi un agitado santuario para los residentes de Gualeguaychú.

Nelly Pivas murió hace ocho meses y pidió a sus colaboradores que tiraran sus cenizas al arroyo Verde en forma simbólica.

“Tiramos un poquito”, dice. “Pero guardamos un poco en una urna y armamos un rincón para ella”.

Después de la pérdida de Nelly, las cenizas de otros cuatro integrantes de la asamblea ambiental fueron esparcidas en este microclima, como si fuera un acto fetiche. El último acto fue la semana pasada, cuando la muerte sorprendió a Juan Guzmano, uno de los serenos del corte de ruta.

María Rosa cree que esta actitud de dejar las cenizas en el aire es algo más que un combate secreto a los olores a coliflor de la planta de celulosa. Es una forma de dejar sentado que el piquete seguirá adelante hasta que Botnia, UPM o como se llame la empresa, deje de estar en el horizonte.

Sobre las 12 y media, todos tienen la certeza de que la mole de 1.500 millones de dólares permanecerá con el permiso del derecho internacional.

Mientras algunos gritan consignas antipapeleras, el líder del sector más duro de la asamblea ciudadana, Jorge Fritzler, va hacia la parte de atrás de su auto, levanta la tapa del maletero y se sienta atrás a hablar por celular buscando un poco de intimidad.

Se le ve cansado y sabe que esto recién acaba de empezar. “Parece que hubo violación pero no hubo embarazo”, comenta Fritzler.

Por detrás se escucha a un grupo de estudiantes gritar a los cuatro vientos lo que La Haya no quiso legitimar en los papeles: “¡Culpables! ¡Culpables!”

Fray Bentos no cree en lágrimas

En Fray Bentos no habrá un acto público para seguir la sentencia final en La Haya. Sólo la Asociación Comercial de Río Negro convocó a sus socios para mirar la tele y luego debatir los efectos del fallo del tribunal internacional.

POR ANTONIO ÁLVAREZ

Si hay algo en Fray Bentos que no está en tela de juicio es Botnia.

Ahora podrá llamarse UPM Kimmene, pero para todos sigue siendo Botnia.

Botnia es la entidad que le ha dado un sentido a estos restoranes, a estos bancos en las mejores esquinas de la ciudad, a más de 40 nuevas empresas que se han creado en estos tres años, a los nuevos supermercados y los colegios bilingües.

Todo lo demás va y viene. Ya lo saben los fraybentinos desde que hace 30 años los británicos se fueron con el corned beef a otra parte.

Todo lo demás va y viene. La prosperidad, la pobreza, e incluso el chovinismo que se respira del otro lado del río.

Ayer al mediodía el Comité Patriótico de Río Negro recordó el 19 de abril con desfile militar y policial, junto escolares y algunas (pocas) fuerzas vivas.

En la plaza están todas las autoridades. El intendente, el jefe de Policía, el comandante del cuartel local. La banda militar se esmera tocando “Mi bandera” en una versión desinflada, casi de supermercado.

Cualquiera hubiera pensado que la reafirmación de la bandera era un justo homenaje a la resistencia fraybentina a los cortes de ruta organizados por Gualeguaychú.

Pero no. La banda se calló, o se cayó, vaya uno a saber, y ahora suena Dire Straits, por extraño que parezca. Le pregunto a Leticia, una joven madre que está con su hijo en el acto si no es significativo este aire solemne a 24 horas del fallo.

“Aquí nadie da bolilla a lo que pase en La Haya. ¿Qué nos pueden decir a nosotros unos señores que usan peluquines y están a 20.000 kilómetros de acá? La verdad, nada”.

En Fray Bentos, Botnia quiere decir solución, una salida económica, algo en lo que ya ni se piensa porque está incorporado al paisaje y a la vida.

Una mayoría silenciosa ha acompañado los tres años del proceso de Botnia casi sin decir nada. Apenas alguna flemática manifestación pública a pedido del intendente, en contraste con las enormes pasiones que despertó la construcción de la planta del otro lado del río.

Botnia dio mucho al producto bruto pero también desató fuertes costuras entre una y otra orilla.

Fray Bentos y Gualeguaychú son una misma etnia, una misma geografía, un paseo corto inevitable para los fines de semana.

Para Fray bentos, Gualeguaychú suponía los mismos bailes, una televisión compartida, una misma forma de hablar, de entender la vida al costado del río.

Sin embargo, esos árboles genealógicos fueron convertidos en celulosa, y sólidas amistades sólidas terminaron descompuestas por las supuestas amenazas del ácido sulfhídrico.



HERIDAS SIN CURA

Nadie cree en Fray Bentos que un fallo internacional vaya a curar esas heridas mañana mismo.

“Van a tener que pasar varias generaciones hasta que podamos ser los que fuimos”, dice Sandra Dodera, la principal defensora de Botnia en la comunidad fraybentina.

¿La recuerdan? Dodera tenía 27 años en 1992 cuando fue la líder de la mayor huelga policial de la historia uruguaya. Dieciocho años después, dejó de ser la esposa de un modesto policía para reinventarse como influyente comunicadora. Desde “La Fraybentina” ha apoyado a Botnia con la voluntad de un talibán, sin medias tintas.

En los últimos años su trabajo también se extendió a la radio y la televisión en el canal 12 local.

Sandra llega sobre las 14 horas para su programa radial en FM Visión. Cualquiera puede verla ya que el estudio tiene un enorme ventanal que da a la calle 18 de julio.

Llega apurada en su viejo Peugeot de los años 80 tapizado de inscripciones políticas.

Dodera, como casi todos los actores pro y anti Botnia, se ha lanzado a la carrera electoral en las municipales. Su lista es la 119 y apoya la reelección del intendente Omar “Tufi” Lafluf.

Afuera la esperan algunos admiradores. Le piden listas. Dodera se disculpa, pero lo único que tiene para ofrecer son libros. Lo que lleva bajo el brazo lleva una dedicatoria de Lafluf: “No sé si decirte Sandra o sobrina…”

Sandra cuenta que ella siempre fue batllista, pero decidió apoyar a Lafluf luego de estos tres años de militancia a favor de Botnia.

“Estoy haciendo una campaña con un préstamo de 500 dólares. Necesito mil votos para ser edil. Sinceramente no creo que salga”, señala.

El operador de la radio le avisa que sale al aire.

-Hola mis amores!!!- dice Sandra Dodera y empieza su liturgia antipiquetera. Como saben, mañana va a ser un día como cualquier otro. Ellos no se van a ir Arroyo Verde. Acá lo único que se va a saber es si Uruguay violó o no el Tratado del río Uruguay”.

Después, habla de “estos señores” para referirse a José “Pepo” Pouler y Jorge Fritzler a quien ella llama “Trotil” a causa de sus explosivas amenazas.

“Claro que les hablo a los piqueteros. Yo sé que ellos me escuchan”, explica.

Sandra ha recibido amenazas de muerte desde Gualeguaychú y es el tótem de los asambleístas para referirse al demonio que habita a los fraybentinos.

Los bardos anti Botnia se han ocupado de ella. En Arroyo Verde le han varias dedicado canciones burlonas que han sido hits en las FM locales. Hasta le jaquearon la página web en varias ocasiones, según dice.

En 2003, cuando comenzaron los primeros sondeos de Ence, Dodera decidió crear el Modesa, un movimiento para informar a los fraybentinos sobre el modelo celulósico.

Su militancia le ha generado serias acusaciones de corrupción. Ella es consciente que la consideran una mercenaria al servicio de la empresa.

Sin embargo, dice no haber recibido un peso de ninguna empresa.

Por el contrario, Botnia puso algunos pocos avisos de 1.200 pesos en su página web. Sandra dice que ni siquiera aceptó la invitación de ir a Finlandia porque tiene pánico a los aviones.

Le pregunto cómo sabe que la planta no va a contaminar. Ella responde: “porque es un emprendimiento serio. Aquí se ha tratado de hacer culpable a Botnia de todo, incluso de los embarazos no deseados de las mujeres de esta ciudad”

Del otro lado de la ciudad y de la vida, la docente Delia Villalba se acuerda de Sandra Dodera. “Esa mujer ha dicho de mí cosas horribles. Hasta que me fui de paseo a Europa con la plata de unos campos que le vendí a Forestal Oriental”, cuenta sonriente.

Fue candidata a la vicepresidencia por el grupo ultraizquierdista Asamblea popular. Pero sobre todo hoy la profesora de literatura es conocida como la principal aliada local de Gualeguaychú. “Allá me consideran una heroína. Sus líderes siempre me consultan”, dice.

Como casi todo Fray Bentos, Delia tiene familiares que no piensan como ella.

En la presentación del puerto de Mbopicuá de la empresa Ence, Villalba estaba en primera fila gritando detrás de los alambrados de la compañía española.

Cuenta la leyenda que mientras ella despotricaba contra el gran capital internacional, su hijo, el locutor y periodista Daniel Bianchi, presentaba a las autoridades ante la opinión pública. “Y sí, estamos en Uruguay. Somos un pueblo chico. En casa hemos tenido discusiones tremendas, pero siempre con respeto”, asume Delia.

Como casi todos los protagonistas del “debate Botnia”, Delia se ha transformado en importante capital político.

Actualmente es candidata a la Intendencia de Soriano, el lugar donde nació hace 75 años, y nota que después de algunos años de ser una figura polémica, muchos la comienzan a ver como alguien con ideas premonitorias.

“Al principio recibía algunas agresiones verbales, pero nada más. Hoy noto que se me trata con más respeto. A lo mejor porque se dan cuenta que yo decía la verdad”.

UN LEGADO POLÉMICO

El legado de Botnia sigue siendo polémico por más que ha dejado casi 400 empleos muy bien pagos en la zona, y probablemente más de 2.000 puestos en forma indirecta.

El presidente de la Asociación Comercial de Río Negro, Leopoldo Cairús, se fundió con Botnia. El corte de arroyo Verde lo obligó a cerrar su tienda multiservicio en el puente Fray Bentos – Puerto Unzué.

El gobierno apenas subsidió la tercera parte de su deuda, y debió reinventarse como comerciante en negocios rurales para sobrevivir.

Sin embargo cuenta que decenas de comerciantes locales se enriquecieron gracias a Botnia, especialmente en rubros como estaciones de combustible, hotelería y servicios alrededor de la actividad celulósica.“En Fray Bentos se vendían 30 computadoras por mes y se llegaron a vender 130 durante el boom. Es una buena medida del consumo que hubo en su momento”, dice Cairús.

Sobre el fallo en La Haya hay una sensación ambivalente. Los comerciantes agremiados quieren que se abra el puente, aunque el puente suponga una amenaza por los mejores precios que ofrece el cambio favorable del peso argentino.

Para Cairús la ilegalidad del corte es más lesiva que el atraso cambiario. En todo caso, el “costo Botnia” son las más de 1.000 personas que quedaron ancladas en la ciudad después del fin de la construcción de la planta, obreros de baja calificación que hoy viven en Fray Bentos y buscan trabajo en otros lados.

Según las últimas estadísticas oficiales, Río Negro llegó a tener entre 12 y 14% de desocupación en los últimos dos años, varios puntos porcentuales por encima de la media nacional.

Sandra Dodera, la abogada Pro-Finlandia, dice que es verdad, pero aclara que es una verdad relativa como todas las verdades que refieren a números.

“La gente olvida que aquí había 24% de desocupación antes de la empresa”, responde.

Pocos en Fray Bentos olvidan lo que pasó cuando se fue el Frigorífico Anglo a fines de los años 70. Casi el 40% de la población quedó sin trabajo y vivieron de un subsidio de bajo costo del Estado.

Fueron años duros, de ocio triste en las esquinas. Botnia vino a hacer un poco de justicia con una comunidad golpeada.

Pero como en todas las transacciones hay cosas que se pueden perder por el camino.

Sandra Dodera sabe que el oro finlandés tendrá un costo para ella: “Gualeguaychú se acabó para mí. No existe más. No volveré a pisarlo en el resto de mi vida”.

lunes, 12 de abril de 2010

Campo minado en Valentines

La explotación minera en el eje de Cerro Chato y Valentines es un cruce de caminos en más de un sentido. Por la triple frontera departamental y por el enfrentamiento entre izquierda y derecha, entre producción nacional y el gran capital extranjero, entre el progreso global y el conservadurismo localista.

POR ANTONIO ÁLVAREZ

Hace unos tres años algo desmoronó la porfiada rutina de Valentines.

Sus habitantes comenzaron a ver “extranjeros” en el pueblo. .

Algunos golpeaban las palmas y pedían permiso para caminar por los campos.

Otros eran como fantasmas amables.

Se los escuchaba ronronear el portugués y otros idiomas.

Nadie sintió miedo. Todos sabían por qué estaban de visita.

La mayoría de los lugareños se criaron con la leyenda de los yacimientos de hierro.

En Valentines es cultura popular que si dejan las ovejas a monte en un día de tormenta al otro día recogen lana chamuscada.

La piedra magnética conduce de tal manera la electricidad que los geólogos bautizaron el óxido de hierro como “valentisenita” en honor al pueblo.

Desde hace más de medio siglo, los habitantes acostumbraron a la omnipresencia del metal bajo los talones.

Primero fueron investigadores del Estado uruguayo en la década de 1950.

Luego llegaron geólogos alemanes en 1976. En ambos casos el dictamen fue concluyente: el negocio era insustentable.

Las dos historias frustradas de explotación de hierro habían terminado por ser casi un irónico pacto de silencio en el pueblo.

Por eso, cuando un tiempo después volvieron a ver a los “gringos” armando unos galpones nadie dio importancia al asunto.

El productor rural Servando Larrosa es uno de los primeros que vio a la nueva generación de geólogos en la zona.

Fue además uno de los últimos en creer que esto venía en serio. Jamás en su vida había oído hablar de Zamin Ferrous, el gigante corporativo indio que pisó fuerte y espera encontrar en la zona entre 500 millones y 1.200 de toneladas de hierro en el subsuelo.

Hasta ahora las investigaciones relevaron el 40% del territorio y se ha demostrado la existencia de 250 millones de toneladas. Según los geólogos todavía falta lo mejor.

Larrosa está preocupado. Gran parte de sus 800 hectáreas –casi todas dedicadas al ganado- están denunciadas como predio minero. De hecho, tuvo que llevarse los novillos del Cerro Mulero para evitar los efectos que, según él, sufren los animales a consecuencia de las prospecciones. Como los trabajos se desarrollan en turnos de 24 horas por las noches la iluminación del terreno es similar al de un set de cine.

En Valentines hablan sin tapujos de estrés de las vacas, pero se enojan (mucho) cuando en estos días de fama los califican como habitantes de un pueblo fantasma.

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Ellos exhiben con orgullo que sus casas están sin llaves las 24 horas y que pueden dejar sus vehículos en marcha sin que nadie piense siquiera en robarlos.

Pero el amor incondicional tiene siempre sus contrapartes.

La vida social no es el fuerte de sus 300 habitantes, casi todos descendientes de familias que están afincadas aquí desde principios del siglo XX.

El Club Social Valentines pelea con modestia en la Liga de Fútbol de Cerro Chato.

Si uno pone “Valentines and Uruguay” en buscadores de internet apenas aparece la “Estancia Los Plátanos” dedicada al turismo ecológico y unos pocos planos aéreos en Google Maps, probable fruto de las actuales investigaciones aeromagnéticas.

En Valentines no hay días de San Valentín. Apenas hay dos eventos sociales a los que no falta nadie: el clásico raíd hípico y un evento anual de beneficencia

Arjona moriría de hambre en Estación Valentines. La vida cruza mansa por la antigua ruta 7, el mojón que divide el pueblo en dos jurisdicciones distintas.

La propia naturaleza fronteriza de Valentines constituye un desafío a la lógica.

Hay algo gracioso en su siamesa esquizofrenia. Si uno entra al pueblo por la acera izquierda estás en Treinta y Tres, pero si cruzás el cantero central estás en Florida.

El almacén que está del lado floridense se rige por las normas bromatológicas de Florida

El colega de enfrente tributa en Treinta y Tres, y por tanto se rinde al yugo olimareño.

Treinta y Tres tiene alumbrado público y Florida no. El alumbrado del pueblo lo paga la mitad olimareña que paga impuestos.

La parte floridense de la avenida tiene lomos de burro y normas de tránsito diferentes a la calle que se rige por las normas de tránsito de Treinta y Tres.

Lo único que comparten –un logro de años- es el servicio de recolección de basura, como para confirmar que el resto es un juego de roles solo para divertirse.

900 PRODUCTORES


Instalarse en Valentines fue una decisión logística para Zamin Ferrous y también una forma de mantener el bajo perfil para poder trabajar a contrarreloj.

La empresa tiene varias estaciones de prospección en la zona, algunas a 10 kilómetros del pueblo y otras a más de 40 kilómetros.

El área afectada por los estudios mineros trasciende ampliamente a la localidad. Son más de 110 hectáreas en las que se realizarán prospecciones.

Durante la etapa de mapeo se usaron varias técnicas, entre ellas los vuelos para detección electromagnética. La compañía demarcó unos 21 cuerpos mineralizados. Según estimaciones técnicas hay unos 10 que seguramente valdrá la pena explotar.

De todos ellos, el más grande en superficie tiene 250 hectáreas.

Fuentes de la empresa dijeron que habrá unos 900 productores afectados, cuyos terrenos han sido denunciados para explotación minera.

Actualmente la empresa paga unos 45 dólares –promedio, según cotización de la tierra- por hectárea ocupada en prospección.

Los propietarios pueden vender o pueden asociarse con la empresa En caso de asociarse al proyecto, el superficiario recibe un canon de 5% sobre la producción en los primeros cinco años, de los cuales 2% son para el Estado. Después del quinto año, el canon asciende a 8%, del cual un 3% va al tesoro nacional.

Pero como dijo el presidente José Mujica el proyecto está verde. Hasta ahora 30 propietarios son los que tienen terrenos intervenidos en forma directa por los equipos de geólogos. De ese total de superficiarios, Zamin Ferrous cerró acuerdo con 20.

El country manager de la empresa, Fernando Puntigliano, cree que esta proporción es sintomática del clima de confianza que se vive en la zona.

Sin embargo, desde hace varias semanas un grupo de productores se sentó en la mesa de apuestas decidido a cambiar las reglas de juego.

Mientras en Valentines las quejas son tenues, en Cerro Chato se organizan para formar un movimiento civil contra la minería a cielo abierto.

Las reuniones de los propietarios trajo apoyos políticos. Así aparecieron por la zona los ex presidenciables Pedro Bordaberry y Luis Alberto Lacalle, y el presidente de la Federación Rural, Octacilio Echenagusía, entre otros.

En principio parecían ser protestas por torpes movimientos de tierra o supuestos atropellos por parte de la empresa a causa de los vacíos legales de la ley minera, conjunto de normas que ambas partes quieren cambiar en el Parlamento.

En los últimos días, el debate cambió de eje y se encamina hacia cuestiones económicas, según dice Julio Gómez, uno de los voceros del grupo de productores.

Como escribano, Gómez cree que la empresa no es transparente. Según él, usa cuatro sociedades anónimas para perpetuarse en los terrenos prospectados. La ley de minería de 1982 permite a la empresa estar dos años en el terreno con opción a uno más.

Fuentes técnicas consultadas dijeron que la norma está pensada para la explotación de oro, pero no para minas de hierro o carbón, actividades en las cuales se necesita un trabajo más intensivo de prospección que podría ir más allá de los seis años.

Para el productor, sin embargo, esta afirmación pretende validar lo ilegal: “Al final Bordaberry parece tener razón cuando dice que esto parece una corruptela procesal”.



TERRENOS A VALOR DE HIERRO


Gómez dice representar a más de 300 productores de la zona. Hace 27 años, el escribano se instaló en Cerro Chato a ejercer su profesión. También es productor ganadero y en 2006 adquirió unas 142 hectáreas en la zona denominada “Grupo Uría”.

La operación lo llevó a enterarse sobre la existencia de Zamin Ferrous en forma casual.

Un día de 2007 se le apareció en casa una ejecutiva de la firma india. La mujer, una chilena, le hizo una oferta por los terrenos.

“Primero le dije que no de puro desconfiado. Después de mi di cuenta que tenía razón cuando estudié el tema”, cuenta.

Según informes de los años 70 a los que accedió Gómez, este conjunto de tres cerros es considerado uno de los yacimientos de hierro de mayor porte. Se cree que hay 50 millones de toneladas de hierro bajo “El Apretado”, “Isabel” y “Aurora”.

El escribano había adquirido el campo para hacerse una casa. Ahora para dejar su propiedad, quiere que le paguen bastante más de los 2.500 dólares por hectárea, la cotización para campos de uso ganadero en la región noreste.

“Vamos a plantear que los datos de las prospecciones sean incluidas en la tasación de las tierras. Estas empresas necesitan el permiso social para funcionar y no se lo daremos hasta que creen un clima de transparencia”, dice Gómez.

“Y lo vamos a hacer con apoyo de la gente. Los ciudadanos tienen que saber que cuando estas empresas se equivocan generan un gran pasivo social. Y el pasivo social genera pasivo tributario, es decir lo terminamos pagando todos por la vía de los impuestos”, agrega.

Según él, “Botnia es un caramelo” frente a los supuestos peligros que proponen minas a cielo abierto y sus pozos de dos kilómetros de ancho por 250 metros de profundidad.

Para Gómez hay situaciones que no dejan de ser tragicómicas. Dice que el cementerio de Cerro Chato está denunciado como campo minero. Obreros de una empresa argentina que trabajaba para Zamin rompieron un mojón de piedra del histórico tratado de 1770 para hacer un asado. La denuncia salió en la prensa local y ya es parte del folclore.

La alta politización es bastante evidente cuando uno conversa con cualquier vecino de la zona. Todos tienen un pariente o amigo entre el centenar de empleados de Zamin. En el staff hay parientes muy cercanos de los productores rurales en rebeldía.

La fractura social en estos casos no sólo atraviesa las familias. Según el escribano Gómez, Cerro Chato vive la paradoja de un gobierno de izquierda que promociona el gran capital extranjero en desmedro de los productores nacionales.

Gómez cree que la estrategia de las banderas cambiadas es una batalla a dar en la opinión pública. “Resulta que los productores rurales somos los malos de la película. ¿Y nuestros gobernantes qué? Me parece que se olvidaron de malinche”, dice con ironía

En su calidad de historiador aficionado dice que no hay que subestimar la cultura cívica de Cerro Chato. “Su historia está llena de epopeyas como la construcción del liceo con plata juntada por la comunidad”

Otro hito local fue el voto femenino. En 1927 votó la primera mujer en un acto electoral uruguayo. La anécdota tiene el condimento de que fue una afrodescendiente y como curiosidad adicional que la mujer había nacido en Brasil.

Al igual que su hermana menor, Valentines, Cerro Chato es una ciudad fronteriza. El monolito que recuerda a la primera mujer sufragante está en la frontera entre Treinta y Tres y Durazno.

La plaza 3 de julio –situada frente al liceo departamental- también la homenajea. En el centro de esa plaza un triángulo metálico sobre base de granito recuerda en sus tres caras el triple límite departamental de la ciudad: Treinta y Tres, Florida y Durazno.

Allí también se confunden las respectivas burocracias departamentales. Cada zona de la ciudad tiene su propios inspectores de tránsito (¡imaginen una guerra de patentes!), sus propios recolectores de residuos, sus propios asistentes sociales, tres comisarías, tres juntas locales, etcétera.

Pero la cosa no termina ahí. OSE está geográficamente en Durazno…pero depende de Melo, Cerro Largo.

El secretario de la Junta de Treinta y Tres, Leandro Araujo, vive en Durazno y el secretario de Durazno Álvaro Álvarez vive del lado de Treinta y Tres.

Araujo se ríe cuando le preguntan sobre estos cruces de caminos en los que interviene la política, la burocracia y casi siempre la casualidad.

Él es de los lugareños que cree muy positivo el debate por el modelo minero.

De algún modo, la inversión sería de un impacto lo suficientemente importante como para sacar la región de sus alambicados límites departamentales.

En Cerro Chato y Valentines las controversias son cosa de todos los días, calan hondo, se respiran en ese aire metálico que esparce la magnetita por la frontera múltiple

EL CIELO FISURADO

El geólogo Iván Garat fue el primer uruguayo que contrató Zamin Ferrous.

Montó gran parte de las instalaciones en Valentines y fue quien puso a funcionar el metódico know how de las prospecciones.

El nombre Aratirí también tiene algo que ver con su propia experiencia personal.

Recorriendo los campos de la zona vio cómo los rayos caían sobre la roca.

Aratirí quiere decir “fisura del cielo”, la forma poética con que los guaraníes llamaban a los relámpagos.

El bautismo aborigen tuvo que ver con esas primeras confirmaciones de la existencia de los yacimientos de hierro.

Garat cuenta que esa constitución geológica a intervenir tiene 2.700 millones de años.

Cuando habla del proyecto se lo nota muy entusiasmado. Es el sueño del geólogo en un país que hasta hace poco tenía pocas excusas para hacer “alta geología”.

Dice que extraer hierro es un gran desafío. El 85% de los costos operativos de la empresa los ocupan los trabajos de extracción.

Pero también hay que ocuparse de hacer caminería, arreglar alambrados, hacer reservas de agua.

Estamos a diez kilómetros de Valentines. Los obreros trabajan en un cerro de unos 70 metros de altura. Si mañana decidieran explotar una mina ahí el movimiento de tierra mudaría literalmente el cerro a unos 300 metros de ahí, al otro lado de una pequeña cañada.

La perforación está a 200 metros de profundidad. A veces se hace a 100 o 150. El hierro está en todas las capas. Es el trabajo de varios días de excavación las 24 horas del día.

Cuanto antes se descubra hierro, mejor, por una cuestión de costos. Cuanto mas abajo está el material más cuesta subir las piedras, se necesita más combustible y eso hace más difícil la viabilidad de la explotación