martes, 23 de febrero de 2010

Corre por tu vida

Para algunos correr es una forma de socializar. Para otros es una forma de ganar pantorrillas. Y para otros es una forma extraordinaria de no pensar, una forma activa de budismo sin buda, una religión con un sólo mandamiento: salir a correr porque sí, para romper el viento con la cara.

Hace unos meses descubrí las propiedades de salir a correr. Me preparé dos años corriendo en cinta, pero sabía que hacerlo en piso duro –con todo el peso de uno encima- iba a ser una experiencia muy distinta.

Hasta entonces miré con curiosidad a la gente corriendo por la rambla.

En ese espacio que los urbanistas no se cansan de decir que es el más democrático de la ciudad, los corredores siempre me parecieron una extravagante secta aristocrática.

Miraba con admiración el uso intensivo de un espacio privilegiado. Creía además en el discurso médico de las endorfinas, en el poder alargar tu vida a cada paso.

En mi caso, correr no ha sido una forma de ascenso social ni un objetivo cardiorrespiratorio.

Fue más una salida terapéutica que una cosmética, un arrebato repetitivo más que una costumbre.

Lo mejor para una cabeza febril es poner el cuerpo en tal nivel de compromiso que sólo deba vivir en el aquí y ahora, en el simple acto de avanzar porque sí, porque no hay otro remedio.

Mi esposa me ve irme y volver todos los días sin comprender demasiado por qué mantengo esta insólita constancia y yo le contesto que corro por desesperación.

Ella cree que bromeo, pero es cierto.

Hablando con gente que practica el aerobismo desde hace más tiempo descubrí que el esfuerzo en espacios abiertos es algo más que un excelente calmante para aspirantes a cameruneses.

Es también una forma notable de management personal. ¿Cuántas veces el viento en contra te obliga a bajar la marcha para llegar a puerto? Mientras uno corre va planeando su recorrido a puro instinto como una hormiga arma su hormiguero.

Correr es además una forma muy nítida de ser humilde, de reconocer el inmenso poder de la naturaleza. El viento a favor y el viento en contra muchas veces es la diferencia entre la agonía y la felicidad momentánea.

Ejercitarte es establecer tus propios límites (otros te pasan como poste y uno termina aceptándolo estoicamente), reconocerte en tus improbables logros y saber que estás más solo que nunca en tu absurda meta de salir y llegar.

Es que correr por la rambla pone a prueba todas tus convicciones. Uno lo percibe en la mirada compasiva del resto de tus congéneres, en el matero melancólico, en los paseadores de perros, en la pareja que se recién se está conociendo, en el gordo que se despatarra en los bancos de madera a ver el atardecer.

Todos parecen decirte lo mismo. ¿Qué estás haciendo? ¡El tiempo del pase a Italia ya pasó!

Debe ser cierto que se corre como se vive. Algunos trotes son elegantes o engreídos. Y están los freakies multicolores, los combativos a cara de perro, los que economizan movimientos, los que casi caminan, los que casi se arrastran, los voyeurs y los exhibicionistas, los fashionistas de estación y los descoordinados, que de ellos será el reino de los cielos. Verlos aletear el viento es un aliciente para recién iniciados.

Los pesimistas militantes corremos pensando que esa será nuestra última gota de oxígeno. Cada día vuelvo a casa sorprendido porque pude sobrevivir a la experiencia, con la felicidad de los que tienen poco para ganar.

Algunas de las más insistentes ideas que he tenido en los últimos tiempos probablemente hayan surgido en esos momentos de soledad.

Cuando el esfuerzo subordina todos tus pensamientos es difícil darse cuenta. Pero al cabo de un tiempo uno sabe que esas decisiones provienen de allí, tienen su firma, guardan la cualidad nacida del esfuerzo al soberano botón.

Para bien o para mal se generaron durante ese paréntesis de 8 kilómetros diarios en los que uno es por un rato un ser adorable, sin repechos ni bajadas, sin ego, ni historia, ni lugar en el mundo.

Un tiempo en el cual uno es uno sin prejuicios ni sentencias penales, uno es uno, en fin, con sus miserables capacidades aeróbicas intactas.

jueves, 11 de febrero de 2010

Uruguay apuesta a la innovación para diseñar su "marca país"

El presidente uruguayo Tabaré Vázquez se va con el 80% de aprobación popular. Ese apoyo a su gestión fue en buena medida el causante de la nueva victoria de la izquierda en el poder en las elecciones de octubre y noviembre de 2009.

El traspaso de mando será el 1° de marzo y cuando todavía no han empezado las balances del Gobierno Vázquez a ningún dirigente político de la oposición se le escapa que, más allá de otros aciertos, el jefe de estado saliente deja un tema estrella en la agenda: el horizonte de la innovación como única salida para un país pequeño de 3.4 millones de habitantes y un PBI de apenas 40.000 millones de dólares.

Apretado entre dos gigantes como Argentina y Brasil, la búsqueda de nichos de innovación es palabra santa en los círculos políticos uruguayos desde hace más de 20 años. En ese sentido los faros a seguir son países pequeños que han operado fuertes reconversiones como Irlanda, Finlandia y sobre todo Nueva Zelanda, una nación situada a 35 grados latitud sur, con igual clima y sistema productivo que el Uruguay.

La reforma del Estado neozelandés –que trajo cambios sociales profundos- es considerado un modelo de aplicación por parte del presidente electo, José Mujica, en un tema que se ha transformado en una de sus confesas prioridades de gobierno.

Esta preocupación de mostrar al Uruguay como una marca se reitera en casi todos los foros internacionales. Ayer, miércoles 10, Mujica habló para 1.500 empresarios llegados desde distintas partes del mundo y uno de los ejes centrales de su discurso fue instalar a Uruguay como país de innovación.

En un acto desarrollado en el Hotel Conrad de Punta del Este, balneario de lujo situado a 140 kilómetros de Montevideo, el ex jefe guerrillero de los años 70 –ungido presidente con el 53% de los votos- elogió aspectos del liberalismo político, y para terminar de sorprender a su auditorio llamó a los empresarios a “arriesgar” en Uruguay.

“La riqueza es hija del circuito de trabajo y de la excelencia”, dijo Mujica “Precisamos gente que se la juegue, hay mucha gente con dinero, pero que no se arriesga, que no invierte”

Recién en los últimos años Uruguay ha llevado a cabo acciones directas para generar un clima favorable a la ecuación I+D+I (Innovación más desarrollo más investigación), una suma de factores que describe a actividades económicas con valor agregado, y a la difícil interconexión entre el conocimiento académico y el mundo productivo.

Un primer paso hacia un cambio en el nuevo modo de entender la realidad fue la creación de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII) a fines de 2005.

No sólo se trata de tener un marco institucional que trascienda los gobiernos. Por primera vez, las ciencias y los agentes de innovación cuentan con un fondo de casi 200 millones de dólares para proyectos concretos en el quinquenio. Este fondo tiene cuatro vías de financiamiento internacional y una contrapartida del gobierno.

Según el vicepresidente de ANII, Edgardo Rubianes, fue la forma que encontró el gobierno uruguayo para evitar que la Universidad de la República –en donde reviste la mayoría de los investigadores- se trague el dinero en sueldos. Seis de cada diez pesos (61%) de los 420 millones que invierte la universidad cada año termina en el bolsillo de los funcionarios, y por lo tanto no se vuelva a la actividad educativa y de investigación.

Esta realidad explica por qué Uruguay ha estado en la retaguardia de la investigación regional.

En los últimos años la situación mejoró al punto que el país se encuentra en un índice aceptable de investigación científica, un 2.79% del PBI invertidos, similar al de Argentina, aunque un punto porcentual por debajo de Chile.

La gestión ANII ha tenido que ver con esa mejora. No sólo ha logrado reclutar a más de 1.500 científicos top uruguayos. Estableció además las ocho líneas de producción prioritarias para el país –desde ciencias duras o logística-, pero lo que es más importante aún ha apoyado proyectos públicos y privados por 102 millones de dólares en 2008, tres veces más dinero que en el primer año de actividad de la agencia.

Otros indicadores de innovación se pueden ver en la fuerte expansión de la industria del software en Uruguay, que produce 450 millones de dólares anuales. Hace diez años era testimonial en la economía nacional, pero hoy representa más de 1.5% del PBI.

Todavía el I++D es un fenómeno incipiente en Uruguay. Pero sin dudas se nota un cambio de sensibilidad a partir del nuevo manejo de las políticas públicas.

Ese clima de negocios ha atraído en forma directa e indirecta a importantes jugadores globales en el mundo de la innovación y el desarrollo como la finlandesa Botnia (hoy UPM) o el gigante indio Tata Consultancy Services.

I + D + Olfato Político

Cuando se tienen las necesidades básicas satisfechas se puede mirar más allá de los problemas acuciantes. Todo esto explica este avance por configurar un escenario propicio para la innovación en todas sus formas en un país conservador por naturaleza y con más de 250.000 funcionarios públicos aferrados a su inamovilidad.

Esta necesidad de “cambiar el chip” llega hasta tal punto, que ANII –a pedido del gobierno- realiza en estos momentos una encuesta nacional entre toda la población y a partir de algunos de sus programas comienzan a generarse campañas de bien público destinadas a fomentar la “cultura innovadora” y, sobre todo, al emprendedurismo a través de micro préstamos blandos.

En otros tiempos hubiera sido un escándalo para la austera sociedad oriental. Pero la buena performance de la economía uruguaya en los últimos cinco años escondió todas las voces críticas durante la reciente contienda electoral.

Los números asisten a los publicistas del gobierno: en 2008 el PBI subió 8.3%, casi en términos asiáticos, en tanto que en 2009 la desaceleración que trajo la crisis hipotecaria mundial no evitó un aumento del 2% del volumen neto de actividad.

Pese a los vencimientos de deuda pública en 2011, la economía uruguaya se prepara para crecer 4.5% este año y el país muestra una desocupación históricamente baja, algo menos del 6.5%, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).

Es cierto que el contexto internacional –y especialmente la avidez china por las materias primas- fueron factor determinante de ese viento favorable.

Pero sin duda, la cintura del gobierno progresista hizo lo suyo, manejó los tiempos políticos a su antojo, desarmando así a una casi inexistente oposición.

Vázquez tuvo un fuerte dominio de la escena pública y administró con acierto y bajo perfil los disensos internos dentro de una coalición gobernante integrada por 27 partidos políticos de historiografía muy diversa.

Haciendo gala de pragmatismo y sentido común, la política de regionalismo abierto y su plan antitabaco –que logró bajar en 130.000 el número de fumadores en tres años- son dos señales de identidad que mostraron el poder de convicción del mandatario saliente.

Casi todos los indicadores pondrían a Tabaré Vázquez, de 70 años, en el camino de una segunda presidencia en el 2014.

Para muchos politólogos es una posibilidad cierta, dadas las dificultades que tiene el Frente Amplio para hallar candidatos de consenso.

Y más allá de que Vázquez se lleva al llano algunas críticas – se le acusa de nepotismo en negocios con Venezuela y de haber aumentado su patrimonio en 180% en estos cinco años-, hay un solo tema en el que casi ningún uruguayo se atreve a la duda: el plan Conectividad Educativa de Informática Básica para el Aprendizaje en línea”, más conocido por sus siglas como Plan Ceibal.

Detrás del Ceibal subyacen problemas de fondo en la sociedad uruguaya, que si no se revierten serán fuente de inequidades en las próximas décadas a causa de la brecha educativa entre sectores ricos y pobres.

Si bien siempre se presenta a Uruguay como un país con mano de obra calificada (uno de cada diez adultos fue a la universidad), la realidad hoy muy distinta a causa de una generación de jóvenes que no estudian ni trabajan.

Durante las recientes elecciones, un informe puso su foco en este problema no resuelto. El documento se denomina "Los servicios de cuidado para niños, niñas y adolescentes relativos a la educación en el Uruguay". Su autora, la socióloga Silvia Santos, asesora del Banco de Previsión Social (BPS), asegura que entre 2004 y 2008 la escuela pública perdió más de 13 mil alumnos. De cada tres adolescentes pobres uno no estudia y la matrícula de Secundaria cayó en más de 20 mil alumnos entre 2003 y 2007.

El Plan Ceibal –cuyo nombre refiere a una flor característica del Uruguay- es parte de una estrategia a futuro para mitigar los devastadores efectos de esta tendencia al desinterés y desamparo por parte de los más jóvenes.

Ceibal ya distribuyó 450.000 computadores portátiles entre escolares uruguayos. El proyecto siguió los lineamientos del reconocido entrepeneur del MIT (Harvard), Nicholas Negroponte, ideólogo de One Laptop per Child.

El olfato le dijo al presidente Vázquez que Uruguay debía ser el primer país del mundo en aplicar la metodología y lo hizo a rajatabla. Las proporciones uruguayas jugaban a favor de una buena cobertura en materia de conectividad e infraestructura. Con una inversión relativamente baja -menos de un millón de dólares- el país se convirtió en un caso testigo, que hoy es modelo en otras regiones del mundo.

Detrás del plan educativo no sólo hay un cambio de paradigma en el modelo de enseñanza. La entrega de una computadora personal trascendió los límites de las aulas. Los estudiantes ya comienzan a dejar de ser sujetos pasivos de la educación para ser activos investigadores de la realidad gracias a las ventajas de Internet.

Pero sobre todo los laptops cobraron una nueva trascendencia social como elemento igualador, trasladando su influencia al hogar, y en especial a los padres de esos chicos, en un país donde el 38% de los menores de 6 años se desarrollan en familias pobres.

Los niveles de excelencia del Plan Ceibal son tan altos y su nivel de aprobación popular ha llegado a tales límites que artistas uruguayos de renombre internacional se han acercado para ser parte de su divulgación.

Uno de ellos es el cantautor Jorge Drexler, famoso entre otras cosas por ser ganador del Oscar a la mejor canción en 2005 por “Al otro lado del río” del film “Diarios de motocicleta”.

El video-canción de Drexler que homenajea al Plan Ceibal está disponible en Youtube (http://www.youtube.com/watch?v=wr1DPm7xng0) y de algún modo es la consagración de una idea que apunta a lo global, pero que paradójicamente suena a milonga… paraguaya.